"Es un tremendo error tener perro"... Por lo que obliga, por lo que (a veces) esclaviza. Pero sobre todo por lo que se le acaba queriendo, por lo que te hace sufrir cualquier cosa que le suceda, y porque salvo novedad (muy grave novedad) vas a sobrevivirle, y no estas programado para ver morir a tus cachorros.
Por mucho que se trate de un animal y que la lógica exija una cierta contención, y más cuando tienes ya una cierta edad, la implicación sentimental con tu perro va mucho más allá de lo que sería razonable, tu instinto de protegerle se asemeja al de un padre o madre, y aunque a uno lo miren raro, puede decirse que es uno más en la familia.
Es un terrible error tener perro, porque son animales extraordinarios, de una fidelidad emocionante, y acariciar a un perro que gruñe de placer será siempre una de las mejores cosas que un humano pueda hacer.
¡Tienes que hacer lo que esté a tu alcance para evitar caer en esta trampa!, porque la vida ya es suficientemente enrevesada, y gasta bromas suficientemente pesadas, como para acudir voluntariamente a un final que seguro es trágico.
Un hijo da esperanza y un perro da nostalgia. ¡Es tan dulce la nostalgia, y tan tentadora!
Un hombre con su perro paseando cuando ya ha oscurecido por las calles de la ciudad es la sedimentación de la civilización ganada. Un perro que pasee a tu lado adaptándose al ritmo de tus pasos, es compañerismo, un perro que conozca tus gestos y tu rutina, y que sepa qué hacer a cada instante es devoción.
¡Huye de estos bellos cantos!, porque sé el final que te espera...
Por un hijo humano merecerá la pena ese desgaste, esa angustia de fondo que nace cuando la mujer se queda embarazada y que ya nunca más ha de abandonarte. Por un hijo merece la pena quemar la vida y perder la calma, no volver a dormir tranquilo nunca más, sentir un miedo profundo e inhóspito que la mayor parte de las veces no responde a nada concreto, pero que se llevará siempre clavado dentro. Ansiedad y desvelo.
Piensa si toda esa inquietud quieres acabarla padeciendo por un perro. Porque ese es tu destino y así has de encontrarte. Con el perro que hasta se le escapa el pis de la ilusión que le hace verte cuando vuelves a casa, y que respira con la paz de quien nada teme cuando se duerme al lado de tu cama.
...¿Triste?... quizá, pero cierto.
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