Entrevista a Corine Pelluchon, filósofa.
Considera que la violencia contra los animales es un ataque directo a la humanidad. Cree que la causa animal debe formar parte de la ética y la filosofía política. Y apuesta por un cambio en el estilo de vida que respete a todos los seres vivos y, por ende, al medioambiente. La filósofa Corine Pelluchon (Francia, 1967) acaba de publicar en España Manifiesto animalista. Politizar la causa animal (Reservoir Books), donde presenta un nuevo humanismo en el que incluye los derechos de los animales.
-Sostiene que nuestra relación con los animales es un espejo de aquello en lo que nos hemos convertido con el paso del tiempo. ¿El maltrato animal es entonces una cuestión contemporánea?
-Desde hace 60 años, con la expansión de la ganadería intensiva y el incremento de la población, la explotación animal ha alcanzado una dimensión radicalmente distinta. Las consecuencias destructivas, medioambientales y sociales de este modelo de desarrollo son cada vez más perceptibles para la gente, especialmente para los jóvenes, abandonados y marginados como están.
-Defiende que la causa animal va más allá de todo esto.
-Sí, es una crítica al capitalismo. La causa animal indigna y es una vergüenza para muchos de nosotros. Por eso que cada vez hay más personas a favor de una transición hacia un modelo de producción y desarrollo menos catastrófico y más humanizante. En ese sentido, la causa animal no solo es actual, sino necesaria. Es inevitable y se inscribe dentro de un movimiento más amplio. Por eso creo que es la causa del siglo XXI, siempre que la extraigamos de su aislamiento ético. Tenemos que abanderarla, considerarla parte de un movimiento de utopía política que mira hacia el mañana y aúna a gente comprometida con un cambio.
-Las voces críticas le argüirán que el ser humano siempre ha matado animales para alimentarse y vestir. ¿Qué responde?
-De hecho, aún hay tribus que lo hacen. Pero los modos de producción y la intensificación de la ganadería son completamente distintos de los modelos clásicos. Hay una diferencia en la intensidad del dolor. Hoy en día en los países ricos podemos sustituir los productos animales: tenemos cereales, frutas… En el caso de la indumentaria, el cuero y las pieles contaminan y provocan cánceres y otros problemas. La moda es el segundo contaminante del mundo.
-¿El medioambiente y la causa animal son temas vinculados?
-Sí. Biosfera, salud, causa animal y dignidad de los trabajadores convergen. Muchos deseamos una transición medioambiental, una economía al servicio de humanos y no humanos. Cuando yo nací éramos 3.300 millones de personas en el planeta. Hoy, somos 7.500. El contexto nos obliga a revisar argumentos.
-Usted retoma la expresión «guerra de la piedad» de Derrida y asegura que todos estamos metidos en ella. ¿A qué se refiere?
-Es una cuestión fundamental de este siglo porque el nivel extremo de violencia que infringimos a los animales nos deshumaniza. La justicia no es un sentimiento como la piedad, pero debemos preguntarnos si puede haber justicia mientras nos dé igual lo que les pase a otros seres vivos. La empatía es necesaria para que los seres humanos miren de frente a otros seres vivos y tengan el valor de cambiar su estilo de vida. Podemos cambiar las cosas cambiando nuestra manera de consumir. Este es un movimiento individual, colectivo y de emancipación que nos hace reflexionar. Es una cuestión política profunda, no solo ideológica.
-Señala que nuestra relación con los animales refleja nuestra relación con nosotros mismos.
-Sí. Debemos aceptar nuestra vulnerabilidad común con los animales. Ellos quieren vivir, como nosotros, y tienen miedo de la muerte, como nosotros. Debemos promover un cambio en el estilo de vida porque de momento la sociedad está evolucionando hacia más desigualdades.
-Usted defiende el antiespecismo, un término que pone en el mismo plano los intereses de seres humanos y animales en oposición al especismo, basado en la discriminación de especies.
-Creo que ya estaría bien optar por un no especismo sin llegar a un antiespecismo. No hay que pensar contra quienes no están de acuerdo, sino pensar con ellos para ver qué prácticas se podrían suprimir ya por violentas e inútiles. También habría que ver cómo acabar con una ganadería intensiva y ayudar a los ganaderos a tratar mejor a los animales. Pero se necesitan medios. Podemos vivir sin consumir tantos productos animales, pero necesitamos innovación en la indumentaria, por ejemplo. Mis zapatos son veganos, comprados por Internet a una pequeña empresa…
Corin Pelluchon
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